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Verónica Murguía nació en la Ciudad de México en 1960 y, es tan chilanga que, en lugar de acta de nacimiento está inventariada en el Departamento de Obras de la Ciudad. Estudió Historia en la UNAM, pero dejó la carrera, error gravísimo que lamenta cada vez que busca empleo. Afortunadamente, antes de irse tuvo tiempo de tomar clase con Eduardo Blanquel, Antonio Rubial y Vera Yamouni.

Después de trabajar mucho en cosas que no tienen qué ver con su pasión verdadera, es decir, escribir, en 1990 publicó un libro que ganó el premio Juan de la Cabada.

En la columna que mantiene desde 1999 en La Jornada Semanal, se dedica a compartir sus obsesiones cívicas y chilangas con quien quiera leerla. También escribe novelas y cuentos para niños, en los que los animales tienen un lugar importantísimo.

En el resto de su trabajo las cosas suceden en la Edad Media europea. A veces en la Edad Media real y otras veces en una Edad Media inventada. Quién sabe por qué, pero así es la cosa. Su novela Auliya, fue finalista en el premio Rattenfänger que otorga la ciudad de Hamelin a la mejor fábula con tema medieval publicada en alemán; a la versión italiana debida a Caterina Camastra de su libro El ángel de Nicolás, titulada El idioma del Paradiso le fue concedido el sello de calidad literaria Albo D’ Oro y su novela más reciente, Loba, ganó el premio Gran Angular en España en 2013.

Ha traducido diez libros. Entre esos libros hay dos de Francisco González Crussí, acontecimiento feliz que ha contribuido a su educación en el sentido más amplio de la palabra. Su traducción más reciente es Ilegal, de José Ángel N. Ilegal es la crónica de la vida de un trabajador indocumentado que ahora es Doctor en Letras por la Universidad de Chicago pero que aún carece de papeles.