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Entrevista a Pedro Riera

El autor de Un relato de violencia responde algunas cuestiones sobre la novela.

Pedro Riera. Fotografía de Ana Portnoy¿De dónde surgió la inspiración de Un relato de violencia?

De encontrarme metido en un pequeño atasco por culpa de un tipo que había aparcado en segunda fila en una calle estrecha y que se estaba tomando una cerveza tan tranquilamente con sus amigos frente a un bar. Recuerdo que el tipo miraba hacia el embotellamiento que había causado con una sonrisa odiosa. No solo no le incomodaba fastidiar a la gente, sino que le divertía. En ese momento, me hubiera encantado reventarle el parabrisas para borrarle la sonrisa. Fue solo una de esas ideas que a veces se te pasan por la cabeza. Pero como tengo una imaginación muy viva, en vez de olvidarla, me encontré dándole vueltas y no tardé en preguntarme si el uso de la violencia estaba justificado en ciertas circunstancias. Esa escena fue el germen de la novela.

¿Y lo está? ¿Crees que la violencia puede estar justificada en algún caso?

Por supuesto. En el caso de que vivas en una dictadura, oprimido, viendo como tus amigos y tus familiares son encarcelados, torturados y asesinados simplemente porque luchan por su libertad. Por poner un ejemplo, imagínate que fueras francés y te hubiera tocado vivir en París durante la ocupación nazi. No solo me parece justificado coger un fusil, sino casi una obligación.

¿Qué injusticia indigna más a Pedro Riera?

El racismo. Es algo que no puedo entender. Que alguien se considere superior a otro ser humano simplemente porque esa persona tiene un color de piel diferente, haya llegado a nuestro país en una patera o se cubra el pelo con un velo.

¿La fácil exposición hace que los jóvenes cometan más locuras por presumir? ¿O son las mismas locuras de siempre, solo que expuestas en Internet?

No sé si el motivo es únicamente el de presumir, pero sí creo que se hacen más locura ahora. De niño y de adolescente, yo era muy gamberro. Hice verdaderas animaladas con mis amigos, únicamente porque nos gustaba el riesgo y por pegarnos unas risas. Tengo la sensación que, de haber existido internet entonces, habríamos hecho trastadas mucho más gordas, ya fuera para presumir de nuestras hazañas en las redes sociales o para competir con otro grupo de chavales por ser los más salvajes.

Fotografía © Ana Portoy