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Ingrid De Andrea

Ingrid De Andrea (Lima, 1948) es diseñadora de interiores graduada en EDIM. Además de ejercer su profesión, ha desempeñado diversas actividades relacionadas con el arte. Estudió pintura en el “Taller Suárez Vértiz” y dibujo en el Taller de Cristina Gálvez. El oficio de escribir e ilustrar es su pasión, el cual ha cultivado desde siempre. Ha llevado diversos talleres de creación literaria en la Pontificia Universidad Católica del Perú, en Corriente Alterna y en el taller del escritor y poeta Jorge Eslava. Ha sido presidenta del Centro de Documentación e Información de Literatura Infantil (CEDILI IBBY PERÚ), donde sigue trabajando en la creación de bibliotecas y proyectos para la promoción de la lectura en los niños. 

 

Un poco sobre mí

Mi primer contacto con el abecedario se remonta a cuando tenía tres años de edad. Vivíamos en Huacho. Como hija única y demasiado traviesa, mis padres no tuvieron mejor idea que mandarme al colegio. Iba solamente por las mañanas, y esta aventura duró un año y medio.

Llegar a primer grado a los tres años, no fue la  mejor cosa que me pudo pasar en la vida; sin embargo, rescato una  que sin duda fue la más importante: aprendí a leer. Sí, aprendí  a deletrear, y a los cuatro años y medio, leía de corrido. La monja Herminia me sentaba junto a su enorme pupitre, en una silla-carpeta, para que no me distrajera. No me quedaba otra que poner atención y descubrir el mundo de las letras, las vocales, las consonantes. Deletrear lo que estaba escrito ante mis ojos se convirtió en una manía y las palabras empezaron a tener significado, aunque no siempre el adecuado. Lo que entendía dejaba mucho que desear y la fantasía le tendía jugarretas al discernimiento. Un fideo cabello de ángel era rubio y ondulado, fabricado con el pelo recortado de algún ángel volador. Una planta de cerveza era erguida y frondosa y sus flores eran las botellas. Una playa de estacionamiento era capaz de albergar un mar chiquitito, con una arena repleta de sombrillas sembradas entre sus granos diminutos…

Era un entretenimiento coleccionar palabras, recrearme con ellas, encontrarles rimas, sinónimos extraños. La fonética era la herramienta principal para agruparlas: una abeja tenía que ser como una oveja; un pan  con jamón podía ser un pan con jabón; una taza grande de leche era un lechón; un pecado era un pescado que en la iglesia decía "Ave María, ruega por nosotros los pescadores" y en el Himno Nacional cantaba que "faltemos a la moto solemne".

Sin duda, aprender a leer tan pronto fue el inicio de esta aventura de escribir. ¡Desde niña me ha fascinado escribir! Escribo como catarsis, como refugio, como una actividad que está íntimamente ligada a mi esencia. 

Al igual que las letras, me atrae el color y la plasticidad de las formas. Dibujo, pinto, me encanta crear objetos de arte. De profesión soy diseñadora de interiores, actividad que me apasiona y que hasta ahora  ejerzo.

La vida me ha hecho acoderar en los puertos de la literatura y la ilustración. En el año 2000, se editó en Alfaguara  mi primer libro para niños Alipio y el mar.

¡Cuántos años han pasado desde entonces! No  imaginé jamás que esta aventura continuaría y se afianzaría en mi vida de esta forma, como otra necesidad, como otra pasión. Escribir para niños es una dulce tarea que toma mucho tiempo, dedicación y esmero. Tardo en corregir, en revisar, en pulir. Es un trabajo que hago con mucho respeto, porque  terminará en  manos de  los niños. Los niños son sabios, poseedores de ojos  capaces de ver el mundo de la manera más sincera y fantástica. Un niño no acepta que lo engañen ni que lo traten como un incapaz. 

Me cuesta mucho aceptar me digan que soy escritora o ilustradora. Disto mucho de serlo. Solamente escribo desde lo más profundo del corazón y las entrañas. Soy una convencida de que cuando se le pone  alma a lo que se hace, todo fluye  de manera casi espontánea, guiada por aquellos duendes misteriosos de la inspiración. 

loqueleo

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